El Toque de la Pluma

Cuando las luces cobran vida, una multitud enardecida espera agazapante y exaltada el toque de un botín mágico, un botín en el que cabe una esperanza, una desilución, gritos, llantos...

Un botín con el poder de generar un murmullo incesante, de generar insultos, caños, centros, goles, ovaciones, incluso de generar dimensiones diferentes, en donde sólo un entendido puede caber y recostarse, disfrutando lentamente, del toque de la pluma...

domingo, 28 de octubre de 2012

Carta a Un Caño: Una crónica infección


Escribo estas palabras a la vuelta del River-Boca (28 de octubre, 2-2), con bronca considerable y conclusiones de lo más tristes. Es que el fútbol argentino está infectado (y cada vez me convenzo más) por un gran virus (llámesele capitalismo, llámesele grondonismo, llámesele como se quiera), una infección que es cada vez más grande y cada vez se manifiesta con mayor ímpetu en absolutamente todos los aspectos que hacen a este deporte nacional. Y si la sociedad está enferma, ¿cómo la pasión de multitudes se iba a salvar?
No basta con mirar para otro lado porque es imposible encontrar rincón sano. Se perdió toda la dignidad, la búsqueda de prestigio. Se perdió el placer de una pared, de un caño, el honor de una victoria merecida, el goce de un “ole”. Sólo el resultado y la biyuya mueven al cerdo. Acá, “hinchas” de Boca (y no es nada personal) festejan un empate sobre la hora como si fuera una victoria. Allá, un alcanzapelotas de quince años esconde la pelota (propiamente dicha) pues un hombre viejo, ejemplo de los pibes, le indicó que hay que hacer tiempo cuando el equipo gana. En la A.F.A., los dirigentes transan, arreglan cada resultado y cada número como si estuvieran hablando de aritmética. En el club más grande de la Argentina, un parásito intenta arreglar un contrato con un muchachito de trece años, y llevárselo para Europa. Un jugador finge estar agonizando para ganar treinta segundos. En una oficina, un “periodista” inventa chimentos comerciales. Fuera de las canchas, lacras actúan de hinchas y agreden hasta asesinarlas a dos personas, sólo porque su camiseta tenía otros colores.
Ejemplos sobran; tanto adentro como fuera de las canchas. Cada hecho lamentable está atravesado por una idiosincrasia repugnante. ¿Cuándo llegará el día en que la situación se sature al punto tal de tener que empezar de cero? Quizá deben morir muchos más inocentes. Quizá deben ser hechos dinero muchos muchachos más. Mientras tanto, no queda otra que poner el grito en el cielo y refugiarse en los pocos sitios que sobreviven a esta vorágine: un técnico (Martino, Bielsa, lujitos extraordinarios), un presidente (Cantero), una revista. Gracias Un Caño por darme esperanzas de que todavía hay quienes piensan como uno, gracias por darme un lugar en donde observar tal y como es a la crudísima realidad que hoy le toca vivir al fútbol argentino.
Un brindis por Francescoli, por Bochini, por el Beto Alonso, por el viejo y entrañable paladar negro. ¡Salú y que vuelvan los viejos tiempos cuanto antes, porque vivir sin fútbol es algo insoportable!

Por Facundo Calabró